domingo, junio 24, 2007

Los desafueros del “Tommy Guardia”

La prestigiosa trayectoria del Instituto Geográfico Nacional “Tommy Guardia” (IGNTG) ha llegando a su fin; el IGNTG ha dejado de ser una entidad seria, científica y apolítica para convertirse en un ente politiquero que, violando sus propios estatutos, se dedica a hacer inspecciones e informes amañados, por encargo, para legitimar, verbigracia, las brutales y descaradas arbitrariedades que cometen las “autoridades” municipales del distrito de Alanje para favorecer a una familia pudiente sita en la playa La Barqueta que, con la complicidad de funcionarios corruptos de éste y los anteriores gobiernos, pretende apoderarse de bienes (playas, ríos, manglares, humedales, servidumbres públicas y otros) que por mandato de constitucional y legal son de uso público, pertenecen al estado, no son adjudicables a título privado y se hallan destinados al goce pacífico, gratuito e ininterrumpido de todos los nacionales y extranjeros que vivan o visiten nuestro país.

Esta familia ofrece en venta y por sumas astronómicas (véase: www.barqueta.com) lotes que incluyen total o parcialmente la zona de 22 metros de la servidumbre pública de esta playa; allí se levantan construcciones con planos fraudulentos aprobados por la Administración Provincial de Catastro en éste y el anterior gobierno; se prohíbe —con el auxilio de una guardia privada y de policías nacionales corruptos— que los ciudadanos puedan usar la playa y su servidumbre con el cuento de que ésta es una propiedad privada; se ha procedido al secado de un humedal (reservorio de vida silvestre; si concesión, estudio de impacto ambiental ni nada) que estaba en tierras del estado; se otorgan permisos de construcción sin que las autoridades municipales hagan las inspecciones y avalúos necesarios (los impuestos cobrados no coinciden con los costos declarados de estos proyectos que generan cuantiosos beneficios a sus dueños y promotores y migajas a quienes avalen estas irregularidades).

Según los planos del IGNTG, de la Contraloría y hasta de los mismos usurpadores de esta playa, amén de los testimonios y de las certificaciones del MOP, existe una amplia red de caminos públicos que durante siglos han utilizado productores, pescadores y vecinos del área para llegar a esta playa de 23,5 kilómetros de largo. Desde hace más de un año, la única vía pública que comunicaba directamente al corregimiento de Palo Grande con La Barqueta ha sido cerrada arbitrariamente. Se puso la denuncia ante el Alcalde de Alanje, se aportaron las pruebas arriba citadas; para no resolver oportunamente el problema, este alcalde abusivo decretó la práctica oficiosa de otras pruebas, incluyéndose una inspección del IGNTG. Un funcionario del IGNTG, de apellido Pinilla, hizo la inspección; elaboró un informe donde manifestaba que de conformidad con los planos del IGNTG y de la Contraloría, una certificación del MOP, los testimonios de los vecinos y la disposición del Código Civil que señala que después de veinte años de uso continúo un camino privado se hace público, el camino que conduce de Palo Grande a La Barqueta es una vía pública.

Pero el director del IGNTG, Jaime Alfredo Toral Boutet, jamás quiso firmar este informe —¿lo echó a la basura?— y mandó a hacer otras supuestas inspecciones, sin la participación de los denunciantes y de la comunidad, con personal de PRONAT, utilizando planos y documentos suministrados por quienes mantienen cerrada esta vía pública, y ha concluido salomónicamente que este camino, que en su parte final atraviesa tierras de propiedad de estado, actualmente solicitadas en compra al MEF, que tiene más de cien años de uso, es una vía privada. ¿Cómo se explica que el director del IGNTG le dé más valor a unos planos demostrativos sospechosos y a documentos espurios que a los planos elaborados por la misma institución que él dirige y donde aparecen como públicas ésta y demás vías aledañas a La Barqueta, hoy todas cerradas?

La semana pasada visité al director del IGNTG y éste, visiblemente avergonzado, me dijo que lo del IGNTG es una opinión, que corresponde a Catastro decidir el asunto, y que le habían jalado las orejas porque el IGNTG no es competente para conocer esta materia. Sin embargo, el nuevo informe ya fue entregado extemporáneamente a la “autoridad” que lo solicitó y ésta, públicamente, en horas trabajo, violando la reserva del sumario, anuncia en los medios de comunicación que en derecho, según dictamen del IGNTG, ésta es una vía privada y que la misma no será reabierta. En otras palabras, una institución de vieja y reconocida trayectoria científica y apolítica, ha sido utilizada por los traficantes de influencias y autoridades serviles para cometer un crimen sin precedentes como lo es despojar a los moradores de Palo Grande de su único acceso directo al mar.

Empero, el Comité Pro Rescate de Alanje luchará en todos los terrenos para poner fin a estas y otras injusticias que descaradamente cometen las autoridades —municipales, provinciales y nacionales— en perjuicio del estado y de los ciudadanos para proteger a quienes con total impunidad se apropian, venden y destruyen de los bienes de uso público de nuestro distrito. Y lo más bochornoso de todo esto es que haya sido el IGNTG la última institución que, por acción u omisión, se esté sumado a esta conspiración criminal que se ha orquestado para despojar a los moradores de Palo Grande de su único acceso directo a la playa La Barqueta. ¡Qué vergüenza!

domingo, marzo 11, 2007

La vida en el más acá

Se nos inculca desde la infancia que a través de la fe, de la ilusión y la sumisión, los mortales alcanzaremos la vida eterna (en el más allá). Por eso, cuando nos hacemos viejos, cuando se acerca la hora del viaje o de las decisiones mayores, los templos, las naves que tienen el monopolio para hacer este tipo de viajes ilusorios, se abarrotan de potenciales viajeros (viejos) hacia el más allá. Es un viaje indeseado, pero obligatorio. Es un retorno a la materia y a la nada existencial. Pero si los seres humanos entendieran la dialéctica de la vida o sospecharan que este viaje es una fantasía clerical, jamás perderían su tiempo, su corto y valioso tiempo, haciendo preparativos para el más allá, en vez de hacerlos para el más acá, para poder afrontar las turbulencias y privaciones de la vida cotidiana.

Es un sueño la vida. “Cuando cae un rayo nacemos, y aún dura su fulgor cuando morimos; tan corto es el vivir”, dice un verso de Bécquer. La vida es una relación de puntuales prestaciones y contraprestaciones, sanguíneas y no sanguíneas. Yo, como padre, cuido de mis hijos. Pero básicamente tengo que cuidar de mí mismo —prepararme material y emocionalmente— porque no tengo ninguna certeza de que mis hijos, mis nietos o el estado van a cuidar de mí o van asegurarme una vida decorosa, en el más acá, cuando ya la ley o la falta de voluntad me obliguen a retirarme de mis actividades remuneradas habituales (la merma en los ingresos es el factor x que hace indeseada la jubilación laboral).

Curiosamente, muy pocas personas se preparan para la vejez, la etapa más crítica de la vida en el más acá, porque no entienden tampoco la transitoriedad de nuestro paso por este mundo. Las personas generalmente se sienten realizadas cuando obtienen un título y se enganchan laboralmente en el sector público. Allí se anclan, aprovechan las oportunidades y esperan la jubilación (voluntaria o forzosa). Cuando es forzosa, cuando hay que renunciar a un “buen” salario, como en las altas magistraturas o en universidades públicas, empieza la indignidad de aquellos hombres y mujeres que jamás osaron pensar en su vejez, en la transitoriedad de la vida o en la iniquidad del estado o de su propia estirpe.

La Ley Faúdes es considerada canalla o mata viejos. Pero ésta es una ley humana que se inspira en una ley de la naturaleza. El ser humano tiene potenciales infinitos, pero se desaprovechan. En las universidades públicas, por ejemplo, además de trabajar, los docentes pueden seguir estudiando y ampliando, gratis o a bajos costos, el abanico de sus oportunidades profesionales y laborales. Sin embargo, allí, en vez de seguir estudiando, de prepararse para la patada en el trasero, los docentes, salvo honrosas excepciones, pierden su tiempo, su valioso tiempo, en absorbentes menesteres burocráticos desempeñando, por unos reales más, dos o hasta tres cargos administrativos simultáneamente. Eso, sin embargo, no le garantiza a ningún docente, después del retiro, una vejez decorosa ni mucho menos lo habilita para ser o considerarse indispensable para la institución o para la sociedad.

En su crónica “L’Homme des lettres”, Maupassant (1882) dice: “El público considera normalmente al hombre de letras como un tipo de animal extraño, fantasioso, una paradoja viviente, presumido, sin explicarse claramente en qué ese ser particular difiere de sus iguales. En él ningún sentimiento simple existe. Todo lo que ve, todo lo que experimenta y siente, sus juegos, sus placeres, sus sufrimientos, su desesperación se convierte instantáneamente en sujeto de observación. Lo analiza todo, a pesar suyo, sin fin, los corazones, las caras, los gestos, las entonaciones (...) Ha visto todo, ha retenido todo, ha anotado todo a pesar suyo, porque es sobre todo y a pesar de todo un hombre de letras”.

Ser docente, de cualquier cosa, no implica ser científico u homme des lettres. El homme des lettres sabe pensar, vivir y morir con dignidad. Sabe que la burocracia embrutece. Sabe que el hombre es el arquitecto de su propio destino. Sabe que la vida es transitoria. Sabe que la religión es una impostura. Sabe que tiene que estudiar, trabajar y tener dinero para ser libre y digno en una sociedad donde todo lo mueve el dinero. En otras palabras, el homme des lettres entiende que debe prepararse para la vejez, la vida en el más acá, y no en el más allá.

En esto pienso cada vez que escucho que la Ley Faúndes es injusta y que ha privado al país de valiosos y brillantes profesionales. ¿Sólo se puede ser brillante y valioso dentro de los predios de una universidad estatal? ¿Sólo los universitarios, la supuesta conciencia crítica de la nación, han de ser la excepción para las leyes de la vida y de la naturaleza? Vivir en el mundo de hoy, sin aprovechar las oportunidades para dignificarnos a la hora de las decisiones mayores, como la vejez y la muerte, es como no haber nacido o como haber partido prematuramente hacia el más allá por falta de capacidad o de voluntad para vivir en los vaivenes (sales y mieles) del más acá donde el hombre pensante es el arquitecto de su propio destino.

jueves, marzo 01, 2007

Crímenes contra la vida

EL QUINTO mandamiento bíblico "no matarás" no tiene excepciones o subrogados. La discusión del tema del aborto ha servido como pretexto para que la iglesia católica, en pleno siglo XXI, utilice su influencia (material y espiritual) para hacer prevalecer en nuestro ordenamiento jurídico sus concepciones ortodoxas y su relativismo moral en torno a los crímenes o delitos contra la vida. Ha dicho la iglesia, a guisa de ejemplo, que abortar es matar; que no debe existir ninguna excepción legal o moral para abortar.

Este punto de vista extremista, conservador, fue oportunamente neutralizado por la diputada Teresita de Arias cuando sostuvo que: “La vida humana es sagrada y debe protegerse desde que comienza en el vientre materno hasta que termina. Decirse defensores de la vida sólo cuando se habla del aborto y mantener un silencio cobarde, sin denunciar con la misma vehemencia otros crímenes contra la vida, como la violencia contra las mujeres y la explotación de niños es una hipocresía [...] en la Diócesis de Chiriquí decenas de miles de hombres, mujeres y niños viven en condiciones infrahumanas, en cafetales y en la comarca ngöbe buglé, sin que la Iglesia haya llamado a una movilización de los católicos”.

En este país no existe lo que pudiéramos llamar una cultura de librepensadores que propicie debates sobre éste y otros temas de interés para el país y el resto del mundo. La Iglesia —cualquier iglesia— es el reflejo de lo que son y de lo que piensan sus integrantes. Por eso hay en este mundo tantas iglesias y sectas. Pero salvo honrosas excepciones, todas estas congregaciones —especialmente los cultos monoteístas— son selectivas, hipócritas, y tienen un doble discurso que las lleva a censurar hechos aislados —como el aborto— y a tolerar, callar y hasta bendecir, como dice la diputada de Arias, otros actos de barbarie o de crímenes contra la vida y contra la dignidad humana que son iguales o más graves que el aborto.

Es indiscutible que existe un silencio cómplice de casi todas las iglesias de Panamá y del resto del mundo que permite que se comentan crímenes contra la vida y otros bienes inherentes a la persona humana. Cuando habla la iglesia, el mal retrocede. Pero cuando la iglesia calla o retrocede, el mal avanza y se multiplica. El gran problema de las iglesias en el mundo de hoy es que usualmente callan ante las injusticias o se evaden en sus templos contando historias antiguas de otros pueblos o fábulas de otros mundos. Pero qué bonito sería que la iglesia —todas— hicieran más piqueteos a la Asamblea Nacional y que cargaran con la soga cortita a todos estos gobiernos que de una u otra forma, por acción u omisión, le quitan la vida y las oportunidades a millones de seres humanos nacidos y no nacidos.

Qué bonito sería que las iglesias católicas o no católicas prohibieran a sus fieles formar parte de los ejércitos, que éstas presionaran a sus gobiernos para poner fin a los actuales conflictos bélicos que hay en el mundo, que desde el púlpito se criticaran las guerras y otros crímenes contra la vida y la dignidad humana, y básicamente que presionaran a sus gobiernos para que por mandato constitucional se prohíban estas malditas guerras que estúpidamente han diezmado y siguen diezmando a pueblos y naciones. Pero sobre éste y otros temas (la violencia doméstica, el trabajo infantil, la pornografía y la negativa influencia de los mal llamados medios de comunicación) las iglesias, católicas o no católicas, salvo honrosas excepciones, no dicen ni pío.

El ejército de los Estados Unidos, por ejemplo, es una enorme fuerza de agresión compuesta por hombres y mujeres de muchas naciones y religiones. Pero que se sepa, sólo los Testigos de Jehová y otros cultos menores se niegan a participar en las infaltables guerras que históricamente ha librado y sigue librando este imperio. Cada nacionalidad o cada culto del ejército estadounidense tiene su cura, pastor, ministro o como se llame. Todos rezan o son obligados a rezar. Todos invocan a dios. Todos son bendecidos, por separado, antes de salir a matar. Pero lo que más hay es éste y otros grandes ejércitos occidentales son católicos. ¿Hay o no hipocresía en oponerse al aborto, en cualquier circunstancia, y en no hacer nada, en ninguna circunstancia, para evitar que se use el nombre de dios para matar a otros hijos de dios?

La iglesia católica (el papado) tiene un enorme poder. Sin embargo, hasta el presente, no ha hecho un pronunciamiento enérgico contra la guerra de Irak o contra cualquier otra de estas guerras donde han muerto y siguen muriendo millones de hombres, mujeres, ancianos, niños y animales inocentes. ¿Por qué si una persona puede ser católica, otra no puede ser musulmana, budista o lo que mejor le parezca?

Es asombroso que las iglesias de este país y del resto del mundo no se pronuncien enérgicamente en contra de este capitalismo salvaje, materialista, que utilizando estos mal llamados medios de comunicación ha convertido en basura la vida de los seres humanos (consumismo, violencia, vulgaridad, pornografía e inmoralidades de todo género). ¿Y la Iglesia?: en sus afanes morales selectivos o en las mieles de otros mundos.

domingo, noviembre 05, 2006

El patriostismo no se predica

El patriotismo es un sentimiento humano, y como tal hay que adecuarlo a los constantes cambios que sufre la sociedad. En 1903, por ejemplo, fue necesario cambiar el rumbo del patriotismo de los istmeños; fue necesario convencer a la gente común de que la patria vieja, Colombia, había pasado de moda; que ahora se necesitaba traspasar todo este “sentimiento patriótico” hacia el nuevo país, hacia la nueva patria, que acababa de ser proclamada por nuestros sui géneris próceres que impulsaban la construcción de canal como la panacea de todos los males que en esos momentos azotaban al país.

Sin embargo, la “revolución” de 1903 no fue un movimiento popular o de masas; fue el resultado de las acciones y conspiraciones de las elites afectadas con el rechazo por parte del senado colombiano del tratado Herrán-Hay. Por eso Panamá, más que cualquier otro país que haya emergido a su vida independiente, necesitó tanto de símbolos patrios (bandera, escudo, himno) como de una mitología histórica (glorificación de hechos triviales y fabricación de leyendas áureas) para poder consolidar este sentimiento patriótico que tanto se necesita para cohesionar a la población en torno a este proyecto de nación canalera.

En esta etapa embrionaria, a los ciudadanos como a los niños en la cuna, había que decirles pórtesen bien o vendrá el cuco y se los comerá; pero como nadie le ha visto la cara a un cuco, fue necesario fabricar estos cucos nacionales, llamados símbolos patrios, para que el pueblo les rindiera reverencia y obediencia ciega, a pesar de que la cosa representada, la patria en sí, tenía y sigue tendiendo para los panameños menos valor, menos importancia, que estas abstracciones seudo patrióticas (himno, escudo, bandera, desfiles) con las que supuestamente, año tras año, los gobernantes y otros entes irreflexivos de la sociedad panameña, como las escuelas, rinden fementidos honores a la patria.

La misión actual del patriotismo no consiste en construir el país que ya está, mal o bien, construido; consiste, por el contrario, en fortalecerlo para evitar que éste, por acción u omisión de sus ciudadanos, sea destruido. Para salvar a este país de irracionalidades y pesadillas es necesario cambiar el rumbo errático e insustancial de nuestro sui géneris patriotismo. Es necesario concienciar a la población en el sentido de que los llamados símbolos patrios no pueden ser más importantes que la patria misma. Es necesario que en vez de estas payasadas patrioteras (símbolos, leyendas, desfiles, discursos huecos) enseñemos a los niños y al resto de la población a amar, a respetar y a defender a la patria en sí de los mil peligros, internos y externos, que hoy la acechan.

La escuela panameña —universitaria, secundaria y primaria— es la principal responsable de que aún se mantenga vigente este patriotismo de opereta de los panameños. Esta escuela acrítica y desclasada es la que históricamente ha venido inculcándole a nuestra juventud este cúmulo de mitos y ritos insustanciales que paulatinamente han llevado al país de los panameños al borde de su extinción material y moral. El patriotismo, para que sea real, tiene que ser praxis cotidiana de profundo amor por todas las cosas materiales y espirituales que hay en el país. Es amor por la vida, por los animales, las plantas, los bosques, los ríos, las montañas y por la gente y sus tradiciones.

Es entender y disfrutar el profundo valor de las cosas sencillas: bañarse en un río, tomar agua directamente de la naturaleza, coger y comer la fruta de un árbol, descansar en una hamaca a la sombra de un rancho o de un árbol frondoso, el pailón de sopa de pata de vaca, los asados de camote, la molienda de la caña, el chicharrón con yuca, la risa de la gente, las flores de las plantas, las ocurrencias de los pericos, el parto de la perra, las correderas de los chiquillos y un café o un trago bajo la lluvia. Es patriotismo es solidaridad. El patriotismo es libertad. El patriotismo es dignidad. El patriotismo es compromiso. El patriotismo no se predica, se practica. El patriotismo es amor por al tierra y por la gente. Es amor por la justicia, por la honradez y por el estudio de las leyes de la ciencia y de la conciencia.

En la Biblia se habla de un mítico paraíso terrenal. En mi patrimonio situado en Los Limones (Divalá), hace rato que vengo construyendo mi propio paraíso terrenal. En este mes de noviembre voy a invitar a los niños de la escuela local para que en vez de estar rindiéndole supuestos honores a la patria vengan a un día de campo en mi paraíso terrenal, disfruten las exquisiteces de las cosas sencillas, conozcan plantas y animales casi extinguidos de la faz del país y participen en el coloquio El patriotismo no se predica, se practica.

Espero en poco tiempo establecer la Fundación Samudio para la promoción del patriotismo y la educación. Como sucedió en 1903, el rumbo actual de nuestro “patriotismo” hay que cambiarlo porque no podemos seguir enseñando o practicando estas payasadas míticas patrioteras mientras el país real se destruye segundo a segundo por la ignorancia y la desidia de sus ciudadanos.

¡Farsantes, bárbaros e ignorantes!

UNA de las cosas que supuestamente más aversión causa en occidente son las teocracias orientales en las cuales la concepción religiosa dominante —en este caso el Islam— se funde con el código jurídico, haciendo imposible desvincular las cuestiones de fe de las cuestiones de estado; esto motiva que las personas, desde su nacimiento, tengan que abrasarse obligatoriamente a la religión del estado y de la sociedad. En las sociedades teocráticas no existe derecho a escoger una fe o creencia distinta a la del estado. En las teocracias, si el estado es terrorista, como decimos en occidente, los ciudadanos serán también terroristas; si la iglesia es machista y misógina, los creyentes también son obligados, por el derecho y la costumbre, a ser machistas y misóginos; en una sociedad teocrática no hay derecho de pensar, disentir o de hacer vida intelectual laica o científica.

Por eso en occidente se considera que uno de los mayores logros de la revolución francesa y del liberalismo fue poner fin a las teocracias occidentales que mantenían a los pueblos inmersos en el fanatismo y sometidos constantemente al terror del estado teocrático. La Inquisición llevó a la hoguera a miles de hombres y mujeres inocentes por el supuesto delito de herejía (calificativo que recibían las personas que se atrevían a disentir de los dogmas de la iglesia católica o que osaban pensar sus pensamientos).Cuando la iglesia católica adoptaba un dogma, por muy truculento que éste fuera, había que aceptarlo como la voluntad de dios, sin excluir el hecho de que en la defensa de ese dogma todos los “cristianos” estuvieran obligados a tomar las armas, como sucedió en las cruzadas, para imponerle a sangre y fuego este dogma a otros pueblos hermanos.

La separación de la iglesia del estado en occidente fomentó las libertades ciudadanas y el progreso de las naciones, haciendo de Europa un foco civilizador para toda la humanidad. Pero así como en la historia de los pueblos ha habido épocas gloriosas de ilustración y racionalismo, también las ha habido de desilustración, retroceso y oscurantismo. Y en este punto estamos parados actualmente. Las llamadas religiones universales, utilizadas históricamente como instrumentos de lucha política entre las mal llamadas civilizaciones o como un instrumento de legitimación de los inmundos clanes políticos domésticos, buscan restaurar en las sociedades contemporáneas estas nefastas teocracias que puntualmente han servido de sostén a la dominación extranjera, las guerras, la xenofobia, el fanatismo, la barbarie y la explotación de hombre por el hombre.

En Panamá, la Constitución Política establece la libertad de culto como una garantía fundamental. Pero hay un grupito de diputados fanáticos y retrógrados que, en vez de hacer buenas leyes para beneficio del país, busca violar nuestra Carta Magna aprobando una disparatada ley para que en septiembre todos los panameños se dediquen a "conservar, divulgar y promover la buena moral cristiana", para que el 30 de este mes sea el día de las “sagradas escrituras” y también para facultar a "las entidades del Estado, los municipios, las escuelas públicas y privadas" para que promuevan, con el dinero de los contribuyentes, el "mes de las sagradas escrituras".

Estos diputados panameños, además de ser hipócritas, dan risa y lástima a la vez. Tienen un Código de Ética y Honor Parlamentario que no establece sanciones para sus fechorías. Son autores o cómplices de los más grandes escándalos de corrupción de la historia del país del canal. Son autores por encargo de leyes hechas para matar a los animales de vida silvestre, para defraudar al fisco, vender al país o para actualizar esas entelequias muertas que son los símbolos patrios. La moral de las personas depende de sus actuaciones, no de sus creencias políticas, religiosas o filosóficas. Pero esto no lo entienden estos mal llamados padres de la patria. Ellos, en su infinita ignorancia o bellaquería, piensan que la moral de los pueblos se fabrica escribiéndola sobre un papel o convirtiendo esta absurda pretensión en una ley de la república y de forzoso acatamiento.

¿Por qué estos “diputados” no aprueban un mes obligatorio de la Biblia para ellos mismos, que son las personas que más necesitan en este país de iluminación divina y de una fuerte vacuna moral que neutralice sus inútiles, bochornosas y bárbaras actuaciones? ¿Para qué les ha servido a estos “diputados” aprobar este tipo de leyes “morales” o iniciar sus sesiones invocando al Altísimo? ¿Han dejado de ser dóciles o corruptos? ¿Han dejado de maltratar a sus mujeres? ¿Han demostrado tener algún tipo de autoridad —legal, moral intelectual— para convertirse en hacedores y rectores de la moral de nuestra sociedad? ¡Farsantes, bárbaros e ignorantes!, eso son, salvo honrosas excepciones, estos fanáticos y retrógrados diputados panameños, satíricamente llamados padres de la patria.

miércoles, enero 11, 2006

¡Que se queden los magistrados!

La administración de justicia (AJ) coexiste como un quehacer interdependiente de las actividades públicas y privadas de una nación. De allí que los vicios —reales o presuntos— que aisladamente suelen atribuírsele a la AJ no sean más que un cadavérico perfil de las disoluciones sociales. Como abogado, entiendo perfectamente el alcance de la corrupción judicial. Sin embargo, ni en Panamá ni en ninguna otra nación podrá existir una corte de impolutos magistrados si el sistema jurídico de esa sociedad lo conciben timadores para beneficio de timadores; tampoco hay méritos para que la opinión pública hipócritamente exija pureza a la AJ si no se la exige a sí misma o si nada hace para impedir que los magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) sean escogidos por un Ejecutivo que tiene una visión bursátil de la justicia o para evitar que éstos sean ratificados por una asamblea de diputados, corrupta y servil, que no responde a la voluntad de las mayorías sino a las ambiciones y caprichos de una minoría plutocrática que, por sí misma o tras la fachada de sociedades anónimas o de cartón, se ha enriquecido y se sigue enriqueciendo al socaire de la impunidad legal y moral que se genera intencionalmente para saquear a este empobrecido país.

El filósofo Santayana sostenía que quienes no conocen la historia están condenados a repetirla. Panamá, como país de tránsito y economía parasitaria, tiene una tradición de corrupciones e injusticias que se remonta a la época colonial. Estas prácticas subsisten y se perfeccionan gracias a la ignorancia de la población y a la habilidad gubernamental para presentarnos viejos problemas como males exclusivos de una institución o del anterior gobierno cuando se sabe que la corrupción es el resultado de la acción deletérea de la minoría privilegiada que afanosamente busca controlar, para su propio beneficio, los distintos órganos del estado. Esa minoría fue certeramente bautizada por Rodolfo Aguilera (1963) como Rosca, S.A. Los miembros de esta Rosca son auténticos dramaturgos empecinados en hacerle creer a la población que la corrupción es un problema del pasado o que el actual gobierno no cumple sus promesas de transparencia porque heredó, para citar un ejemplo, una administración de justicia retorcida por la influencia de dos magistrados que fueron escogidos por una presidenta ambiciosa y maquiavélica que a fuer de sobres amarillos y relojes Cartier hizo doblegar la voluntad de “virtuosos” diputados gobiernistas u oposicionistas.

Como no se quiere entender que en Panamá hay una fusión en vez de una separación de poderes o que estamos gobernados por una Rosca (de torrijistas, arnulfistas y de toda clase de bribones) y que ésta es la única promotora y beneficiaria de cualquier forma de corrupción, se ha emprendido una lucha, irresponsable y errática, para sacar anticipadamente y a patadas a los actuales magistrados de la CSJ porque —según sostiene la sociedad civil, el gobierno y sus consejeros yanquis— la falta de justicia o la degradación moral que azota al país es un pecado exclusivo de los magistrados, jueces y demás administradores de justicia. Pero la verdad es otra. La mayor tragedia que pueda sufrir un país consiste en que éste sea “gobernado” por un partido único o que los integrantes de los órganos del estado sean como fichas de un juego de monopolio o personas volubles que súbitamente cambian su “ideología” para servir o servirse de la susodicha Rosca que aumenta sus riquezas en la misma proporción en que sumerge al país en un océano de corrupción, miserias e injusticias de todo género.

Hay quienes creen que existe alguna pizca de sinceridad cuando el gobierno aborda el tema de la justicia o que éste siente algún remordimiento por la corrupción imperante. ¡Nada más alejado de la realidad! El de patria nueva es el gobierno más corrupto e hipócrita de la historia republicana. El más gringuero. El más farsante y antinacional. El mayor promotor de tráficos de influencias e intransparencias. El mayor fabricante de leyes sádicas (como la ley de caza) o antinacionales (como la que busca privatizar bienes de uso público como islas, playas y manglares) para beneficiar a sociedades anónimas cuyos dignatarios son allegados a palacio o altos funcionarios de este gobierno que predica transparencia y práctica la corrupción.

Esto no significa que comparta las iniquidades (como la persecución a periódicos y periodistas) de los actuales magistrados de la CSJ. ¿Pero qué sería de este pobre país si la Rosca que hoy nos desgobierna llegara a controlar a los magistrados de la CSJ como ahora domina a este elenco de diputados cómplices y sumisos? Y es que con el cuento de combatir la corrupción, este gobierno y sus amos gringos hace rato están tratando de instaurar una CSJ que sea más dócil y corrupta y que esté al servicio de la millonaria maraña de negocios turbios que proliferan en el país del canal. El único camino que le queda a este pueblo angustiado es utilizar la corrupción para combatir la corrupción: ¡Que se queden los magistrados!

jueves, diciembre 29, 2005

La reventa del Istmo

La historia de la humanidad discurre en términos contradictorios: conquista y reconquista, ilustración y desilustración, rebeldes y malinches, héroes y villanos, estadistas y vendepatrias, avances y retrocesos, justicias e injusticias y de clase y desclase. El hombre es, por así decirlo, el único animal que se considera exitoso cuando abate a su misma especie o cuando revive para infortunio de su clase humillaciones o injusticias que florecían, como moneda de curso forzoso, en épocas barbarizas y remotas. La afirmación de que el hombre es un animal político constituye una ofensa a los animales: el hombre es el único ser que llama política a sus propios crímenes, incluso cuando perpetra dichos crímenes en perjuicio de su país o del legado material/espiritual de sus antepasados.

Los entes pensantes nunca han dejado de asquearse enseñando historia porque la historia es armadura inmutable de toda clase de mentiras e injusticias (historiadore, ¡traidore!). Y las fronteras que caminan o que aparecen o desaparecen son un buen ejemplo de ello. Omar Torrijos, en una época de moralidad incipiente, nos arrastró a una lucha nacionalista que alcanzó su cenit en la demolición de la “quinta frontera” y la expulsión de los ocupantes sajones de la ex Zona del Canal. “Yo no quiero entrar en la historia; yo quiero entrar a la Zona del Canal”. Y se estableció allí su última morada. Pero no hay maneras de saber si para el general Torrijos constituye un reconocimiento o una ofensa que sus restos descansen en el mismo lugar donde alguna vez advirtiera que nada ganábamos los panameños cambiando a un amo blanco por otro chocolate o donde actualmente sus herederos políticos se dedican a levantar los símbolos de la opresión o a vender/destruir aquellos emblemas (como el cerro Ancón) de nuestras luchas nacionalistas para involucionar la historia patria hacia una nueva reventa o colonización del país.

Se sabe que toda colonización o conquista se apoya en pretextos. Pero los pretextos nada tienen que ver con la realidad. Para entender un pretexto, a nivel nacional o internacional, inviértase el contenido de dicho pretexto. Cuando se hable de transparencia, entiéndase corrupción; Consejo de Indias cuando se diga justicia; seguridad jurídica como protección de actos ilícitos. Pero sobre todo, cuando este gobierno hable —hace rato que lo está haciendo— de desarrollo económico, inversiones turísticas o de generar fuentes de trabajo esto no puede significar otra cosa que las fronteras han desparecido, que el país ha sido reconquistado y que está revendido a sus viejos dueños para que en menos de lo que se persigne un ñato los panameños volvamos a convertirnos en parias en nuestra propia tierra porque todos los bienes del país, públicos o privados, están disponibles para que los adquiera, plata en mano, el mejor postor.

En nombre del progreso, los habitantes nativos de la isla de Manhattan vendieron esta posesión a los holandeses por el equivalente a veinte dólares en chucherías; hoy sus descendientes escarban en los vertederos de las grandes metrópolis buscando, sin éxito, los tesoros prometidos. Y como la conquista de una nación por otra nación o el sometimiento de unos hombres por otros hombres es un fenómeno ininterrumpido, imposible sin la complicidad doméstica, hoy día observamos angustiados que Panamá se halla asediada por aquellas circunstancias vergonzosas e ilusorias que hicieron posible que los indígenas americanos, en nombre del progreso, terminaran convertidos en parias en sus propios territorios.

El problema es que nadie dice vengo a matarte o vengo a robarte. Todos dicen: vengo a ayudarte o vengo a salvarte (del terrorismo, la pobreza o de lo que sea). Con el pretexto del libre comercio, promocionar el turismo o de generar fuentes de empleo, el actual gobierno ha derribado las fronteras nacionales y ha convertido al país en un tarta apetecida para los turistas extranjeros, los capitales del narcotráfico y básicamente para los megaproyectos (como la ampliación del canal) que impulsan nacionales y extranjeros para seguir lucrando egoístamente la posición geográfica del país. En síntesis: una vulgar reventa del Istmo.

El arzobispo sudafricano Desmond Tutu describió con la siguiente parábola este mismo fenómeno: "Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: 'Cierren los ojos y recen'. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia". Parafraseando a Tutu, nuestros hijos podrían resumir así los efectos del actual desarrollo malinchista promovido por patria nueva: "Vinieron. Ellos tenían la plata y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: 'Cierren los ojos y vendan'. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros no teníamos ni plata ni tierra ni esperanza ni nada”.

domingo, diciembre 25, 2005

Diputados Discapacitados

Los cinco requisitos que exige la Constitución Política (panameño por nacimiento o naturalización, ciudadano en ejercicio, no haber sido condenado con pena mínima de cinco años y residir en el circuito por los menos un años antes de la elección) son totalmente insuficientes para garantizar que los miembros de la Asamblea de Diputados estén en capacidad de generar leyes que manera deliberada, conciente, respondan a los intereses materiales y espirituales de la sociedad y del resto de la maltrecha humanidad.

El poder público —dice el Art. 2 de la CP— sólo emana del pueblo. Lo ejerce, por delegación y en armónica colaboración, el estado a través del Ejecutivo, Legislativo o Judicial. Pero en la actualidad no existe entre estos órganos del estado una solidaria colaboración en beneficio de la colectividad sino una armónica complicidad para que por encima de la Constitución y de la Ley prevalezcan los intereses egoístas de una minoría a la cual sirve incondicionalmente este gobierno (a través de una maraña de sociedades anónimas con la que altos dignatarios públicos se encubren, licitan con el mismo estado y que incluso hace aprobar leyes para desvalijar al propio estado).

El actual legislativo, mutatis mutandi, es el más inepto y sumiso de que se tenga noticias en la era republicana. Pero adicionalmente, es el más hipócrita y humillante para los entes pensantes; incapaz de cumplir con honestidad e independencia su propia misión legislativa, de curarse sus propias llagas morales, de servir de contrapeso a los excesos de un Ejecutivo arbitrario y plutocrático, ahora pretende violar la libertad de culto y de pensamiento de los panameños aprobando una estrambótica ley para que forzosamente se dedique un mes a la Biblia, como si el problema de la Asamblea y del resto de la población esté originado por falta de fe y no por la corrupción y las intransparencias que prohíjan con sus acciones y omisiones los miembros de estos empecatados órganos de gobierno.

La actual asamblea de diputados —del gobierno o de la oposición— es un templo donde se le rinde homenaje a la barbarie, a la mezquindad, al acatamiento remunerado y donde, como escribió Henry D. Thoreau, en su ensayo Desobediencia Civil (1849), “tras el primer rubor del pecado llega la indiferencia; y de inmoral se convierte, por así decirlo, en amoral, y no poco necesario para la vida que nos hemos organizado”; todo porque estos despistados diputados no entienden o quieren entender que su primera obligación, en cualquier circunstancia, es no prestarse para cometer los mismos males que demagógicamente tienden a condenar (como la falta de valores que se pretende subsanar haciendo que la Biblia sea de lectura obligatoria durante un mes) o que también se generan cuando por encargo se aprueban leyes que lesionan física y emocionalmente la majestad de la nación y de sus habitantes.

La discapacidad de los diputados es de vieja data. En el precitado ensayo (1849), Thoreau escribió: “En América no ha surgido ni un solo hombre con genio para la legislación. Son escasos en la historia universal. Oradores, políticos y hombres elocuentes, los hay a miles; pero todavía no ha abierto la boca para hablar el orador capaz de dirimir las muy vejadas cuestiones de hoy. Amamos la elocuencia por sí misma, no por la verdad que pueda pronunciar ni por el heroísmo que pueda inspirar. Nuestros legisladores no han aprendido aún el valor relativo que para una nación tienen el libre comercio y la libertad, la unión y la rectitud. Carecen de genio y de talento para cuestiones relativamente sencillas de fiscalía y finanzas, comercio, manufacturas o agricultura. Si para guiarnos nos abandonásemos únicamente al verboso ingenio de los legisladores del Congreso, sin que su juicio se corrigiera por la oportuna experiencia y las quejas efectivas del pueblo, América no mantendría por mucho tiempo su posición entre las naciones. Quizá yo no tenga derecho a decirlo, pero hace ya dieciocho siglos que se escribió el Nuevo Testamento; y ¿dónde está el legislador con la suficiente prudencia y talento práctico necesarios para beneficiarse de la luz que arroja sobre la ciencia de la legislación?”

Y son estos mismos diputados panameños, sin prudencia ni talento, que han protagonizado toda clase de bochornos (políticos, legales, morales y familiares) y que por encargo del Ejecutivo han aprobado y siguen aprobando un sinnúmero de leyes barbarizas violatorias del derecho internacional (ley de caza) y del derecho público doméstico (verbigracia: la ley que impulsa el mismo gobierno para que sus allegados legalicen la destrucción, ocupación y venta de bienes de uso público como playas, islas y manglares) los que vienen ahora a hacer este show barato de moralidad, queriendo convertir esta maltrecha democracia es una nauseabunda teocracia para justificar su propia inmoralidad e incapacidad.

Por decir estas cosas y también por negarse a pagar impuestos a la iglesia o para sufragar la agresión a México, Thoreau fue varias veces encarcelado. Pero éste retrató de la siguiente manera la hipocresía de quienes en su época hacían estas leyes apocalípticas: “Aquéllos que no conocen fuentes más puras de verdad, quienes no han rastreado su curso a más altura, están —y están prudentemente— con la Biblia y con la Constitución, y beben de ellas con reverencia y humildad; pero aquéllos que contemplan de dónde gotea el agua a este lago o a ese estanque, se ciñen los lomos una vez más y continúan su peregrinación hacia el manantial”.