lunes, noviembre 28, 2005

Bush o el vicio de matar

En la historia de los EUA, el vicio de matar es tan viejo como el vicio de querer justificar las matanzas de propios y extraños: indios, sureños/norteños, mexicanos, coreanos, vietnamitas, kampucheanos, somalíes, afganos, iraquíes y también de miles de norteamericanos que habitualmente son enviados a los campos de batallas o sacrificados canallescamente en autoatentados —Maine, Pearl Harbour, 11/S o en decapitaciones oficiales que se atribuyen al adversario— que sirven a los gobernantes de aquel país para convertir a las víctimas en agresoras a fin de que la opinión pública, por acción u omisión, se haga cómplice de estas brutales agresiones (mal llamadas guerras) que perennemente sufren los habitantes de las naciones subdesarrolladas.

Lincoln, el más “santo” de los presidentes yanquis, propició una guerra civil que dejó un saldo trágico de más medio millón de norteamericanos muertos. La historia enseña que esta fue una guerra justa y necesaria que buscaba librar a la nación de la esclavitud. Pero Linconl, su promotor, no liberó a sus esclavos ni sus sucesores presidenciales ni la blanquitud han dejado de dispensarle a los afroamericanos el mismo trato inhumano, bestial, que se le infería a sus antepasados en las plantaciones del sur o en las fábricas del norte. ¡Aquí el heredado vicio de matar de Lincoln se hizo historia oficial como sinónimo de una gesta altruista contra la esclavitud y en pro de la igualdad del hombre! ¿Son ahora libres los afroamericanos? ¿Son iguales hoy en día todos los ciudadanos norteamericanos?

Para ser elegido presidente de los EUA, hay que demostrarle a la opinión pública que se es un legítimo heredero de este vicio o manía de matar. Hay que ser un “rouge rider” que ahorca indios y bandidos sin contemplaciones. Hay que ser como los padres fundadores de la república o del imperio: magos mefistofélicos capaces de hacer que las verdades parezcan mentiras y que las mentiras parezcan verdades. Que el vicio de matar sea visto como una virtud de civilizar, de liberar, de proteger, de servir a la democracia o de servir a la fe. Así se explica que a través de la historia este vicio de matar y de someter a otros pueblos se le llame de mil maneras (doctrina Monroe, destino manifiesto, diplomacia del dólar, política del buen vecino, doctrina Truman, alianza para el progreso, política de los derechos humanos, lucha antiterrorista, etc.) sin que deje de ser la misma cosa: viejo vicio de matar que cada presidente de los EUA busca legitimar como una piadosa novedad en beneficio de toda la humanidad.

La población de los EUA (6 por ciento de la población mundial) consume el 48 por ciento de la riqueza total del planeta; esto quiere decir que el modo de vida estadounidense implica el control de la mitad de la riqueza de todo el mundo. Aquella sociedad no está enferma por la escasez sino por la abundancia. Por un estilo de vida ostentoso, insaciable y materialista donde las mismas corporaciones beneficiarias de las guerras genocidas que actualmente se libran en medio oriente (Goldman Sachs, Citigroup, UBS Ag Inc. y Morgan Stanley Dean Witter, entre otras) se dan el malsano tupé de financiar a los candidatos del gobierno y de la oposición (Bush y Kerry). Cualquiera de los dos será un buen discípulo de Linconl o de los padres fundadores de la patria. Cualquiera de los dos será una garantía de que el 6 por ciento de la población mundial seguirá consumiendo la mitad o más de la riqueza del planeta.

Esta locura hace que en el mundo cada cuarenta segundos alguien se quite la vida (en Panamá ocurren siete suicidios por mes) y que anualmente el número de víctimas en todo el planeta sea de un millón. La guerra mata y sus secuelas de hambre y de abundancia matan también a la gente por correspondencia. Pero lo peor de todo esto es que destruye la moralidad y raciocinio de unos y otros. ‘¡Viva Bush!’ ‘¡Es mejor malo conocido que bueno por conocer!’ ¡Vaya cinismo el de justificar una guerra antiterrorista prefabricada que lo único que busca es control de las riquezas petrolíferas del medio oriente, sin importar que a cambio de ello se tenga que borrar de la faz de la tierra a civilizaciones milenarias y aniquilar a millones de seres humanos inocentes!

Cuando pienso en el sagrado valor de la vida o en los sufrimientos que se les infiere a otros pueblos, siento que somos indignos de llamarnos sapiens y doblemente indignos si callamos estos crímenes o si por un transitorio bienestar material hacemos causa común con este vicio de matar que Bush (o Kerry) busca perfeccionar e institucionalizar para que el 6 por ciento de la población norteamericana siga consumiendo la mitad o más de todas las riquezas que produce la humanidad. ¡Viva Bush!