domingo, noviembre 05, 2006

¡Farsantes, bárbaros e ignorantes!

UNA de las cosas que supuestamente más aversión causa en occidente son las teocracias orientales en las cuales la concepción religiosa dominante —en este caso el Islam— se funde con el código jurídico, haciendo imposible desvincular las cuestiones de fe de las cuestiones de estado; esto motiva que las personas, desde su nacimiento, tengan que abrasarse obligatoriamente a la religión del estado y de la sociedad. En las sociedades teocráticas no existe derecho a escoger una fe o creencia distinta a la del estado. En las teocracias, si el estado es terrorista, como decimos en occidente, los ciudadanos serán también terroristas; si la iglesia es machista y misógina, los creyentes también son obligados, por el derecho y la costumbre, a ser machistas y misóginos; en una sociedad teocrática no hay derecho de pensar, disentir o de hacer vida intelectual laica o científica.

Por eso en occidente se considera que uno de los mayores logros de la revolución francesa y del liberalismo fue poner fin a las teocracias occidentales que mantenían a los pueblos inmersos en el fanatismo y sometidos constantemente al terror del estado teocrático. La Inquisición llevó a la hoguera a miles de hombres y mujeres inocentes por el supuesto delito de herejía (calificativo que recibían las personas que se atrevían a disentir de los dogmas de la iglesia católica o que osaban pensar sus pensamientos).Cuando la iglesia católica adoptaba un dogma, por muy truculento que éste fuera, había que aceptarlo como la voluntad de dios, sin excluir el hecho de que en la defensa de ese dogma todos los “cristianos” estuvieran obligados a tomar las armas, como sucedió en las cruzadas, para imponerle a sangre y fuego este dogma a otros pueblos hermanos.

La separación de la iglesia del estado en occidente fomentó las libertades ciudadanas y el progreso de las naciones, haciendo de Europa un foco civilizador para toda la humanidad. Pero así como en la historia de los pueblos ha habido épocas gloriosas de ilustración y racionalismo, también las ha habido de desilustración, retroceso y oscurantismo. Y en este punto estamos parados actualmente. Las llamadas religiones universales, utilizadas históricamente como instrumentos de lucha política entre las mal llamadas civilizaciones o como un instrumento de legitimación de los inmundos clanes políticos domésticos, buscan restaurar en las sociedades contemporáneas estas nefastas teocracias que puntualmente han servido de sostén a la dominación extranjera, las guerras, la xenofobia, el fanatismo, la barbarie y la explotación de hombre por el hombre.

En Panamá, la Constitución Política establece la libertad de culto como una garantía fundamental. Pero hay un grupito de diputados fanáticos y retrógrados que, en vez de hacer buenas leyes para beneficio del país, busca violar nuestra Carta Magna aprobando una disparatada ley para que en septiembre todos los panameños se dediquen a "conservar, divulgar y promover la buena moral cristiana", para que el 30 de este mes sea el día de las “sagradas escrituras” y también para facultar a "las entidades del Estado, los municipios, las escuelas públicas y privadas" para que promuevan, con el dinero de los contribuyentes, el "mes de las sagradas escrituras".

Estos diputados panameños, además de ser hipócritas, dan risa y lástima a la vez. Tienen un Código de Ética y Honor Parlamentario que no establece sanciones para sus fechorías. Son autores o cómplices de los más grandes escándalos de corrupción de la historia del país del canal. Son autores por encargo de leyes hechas para matar a los animales de vida silvestre, para defraudar al fisco, vender al país o para actualizar esas entelequias muertas que son los símbolos patrios. La moral de las personas depende de sus actuaciones, no de sus creencias políticas, religiosas o filosóficas. Pero esto no lo entienden estos mal llamados padres de la patria. Ellos, en su infinita ignorancia o bellaquería, piensan que la moral de los pueblos se fabrica escribiéndola sobre un papel o convirtiendo esta absurda pretensión en una ley de la república y de forzoso acatamiento.

¿Por qué estos “diputados” no aprueban un mes obligatorio de la Biblia para ellos mismos, que son las personas que más necesitan en este país de iluminación divina y de una fuerte vacuna moral que neutralice sus inútiles, bochornosas y bárbaras actuaciones? ¿Para qué les ha servido a estos “diputados” aprobar este tipo de leyes “morales” o iniciar sus sesiones invocando al Altísimo? ¿Han dejado de ser dóciles o corruptos? ¿Han dejado de maltratar a sus mujeres? ¿Han demostrado tener algún tipo de autoridad —legal, moral intelectual— para convertirse en hacedores y rectores de la moral de nuestra sociedad? ¡Farsantes, bárbaros e ignorantes!, eso son, salvo honrosas excepciones, estos fanáticos y retrógrados diputados panameños, satíricamente llamados padres de la patria.