domingo, noviembre 05, 2006

El patriostismo no se predica

El patriotismo es un sentimiento humano, y como tal hay que adecuarlo a los constantes cambios que sufre la sociedad. En 1903, por ejemplo, fue necesario cambiar el rumbo del patriotismo de los istmeños; fue necesario convencer a la gente común de que la patria vieja, Colombia, había pasado de moda; que ahora se necesitaba traspasar todo este “sentimiento patriótico” hacia el nuevo país, hacia la nueva patria, que acababa de ser proclamada por nuestros sui géneris próceres que impulsaban la construcción de canal como la panacea de todos los males que en esos momentos azotaban al país.

Sin embargo, la “revolución” de 1903 no fue un movimiento popular o de masas; fue el resultado de las acciones y conspiraciones de las elites afectadas con el rechazo por parte del senado colombiano del tratado Herrán-Hay. Por eso Panamá, más que cualquier otro país que haya emergido a su vida independiente, necesitó tanto de símbolos patrios (bandera, escudo, himno) como de una mitología histórica (glorificación de hechos triviales y fabricación de leyendas áureas) para poder consolidar este sentimiento patriótico que tanto se necesita para cohesionar a la población en torno a este proyecto de nación canalera.

En esta etapa embrionaria, a los ciudadanos como a los niños en la cuna, había que decirles pórtesen bien o vendrá el cuco y se los comerá; pero como nadie le ha visto la cara a un cuco, fue necesario fabricar estos cucos nacionales, llamados símbolos patrios, para que el pueblo les rindiera reverencia y obediencia ciega, a pesar de que la cosa representada, la patria en sí, tenía y sigue tendiendo para los panameños menos valor, menos importancia, que estas abstracciones seudo patrióticas (himno, escudo, bandera, desfiles) con las que supuestamente, año tras año, los gobernantes y otros entes irreflexivos de la sociedad panameña, como las escuelas, rinden fementidos honores a la patria.

La misión actual del patriotismo no consiste en construir el país que ya está, mal o bien, construido; consiste, por el contrario, en fortalecerlo para evitar que éste, por acción u omisión de sus ciudadanos, sea destruido. Para salvar a este país de irracionalidades y pesadillas es necesario cambiar el rumbo errático e insustancial de nuestro sui géneris patriotismo. Es necesario concienciar a la población en el sentido de que los llamados símbolos patrios no pueden ser más importantes que la patria misma. Es necesario que en vez de estas payasadas patrioteras (símbolos, leyendas, desfiles, discursos huecos) enseñemos a los niños y al resto de la población a amar, a respetar y a defender a la patria en sí de los mil peligros, internos y externos, que hoy la acechan.

La escuela panameña —universitaria, secundaria y primaria— es la principal responsable de que aún se mantenga vigente este patriotismo de opereta de los panameños. Esta escuela acrítica y desclasada es la que históricamente ha venido inculcándole a nuestra juventud este cúmulo de mitos y ritos insustanciales que paulatinamente han llevado al país de los panameños al borde de su extinción material y moral. El patriotismo, para que sea real, tiene que ser praxis cotidiana de profundo amor por todas las cosas materiales y espirituales que hay en el país. Es amor por la vida, por los animales, las plantas, los bosques, los ríos, las montañas y por la gente y sus tradiciones.

Es entender y disfrutar el profundo valor de las cosas sencillas: bañarse en un río, tomar agua directamente de la naturaleza, coger y comer la fruta de un árbol, descansar en una hamaca a la sombra de un rancho o de un árbol frondoso, el pailón de sopa de pata de vaca, los asados de camote, la molienda de la caña, el chicharrón con yuca, la risa de la gente, las flores de las plantas, las ocurrencias de los pericos, el parto de la perra, las correderas de los chiquillos y un café o un trago bajo la lluvia. Es patriotismo es solidaridad. El patriotismo es libertad. El patriotismo es dignidad. El patriotismo es compromiso. El patriotismo no se predica, se practica. El patriotismo es amor por al tierra y por la gente. Es amor por la justicia, por la honradez y por el estudio de las leyes de la ciencia y de la conciencia.

En la Biblia se habla de un mítico paraíso terrenal. En mi patrimonio situado en Los Limones (Divalá), hace rato que vengo construyendo mi propio paraíso terrenal. En este mes de noviembre voy a invitar a los niños de la escuela local para que en vez de estar rindiéndole supuestos honores a la patria vengan a un día de campo en mi paraíso terrenal, disfruten las exquisiteces de las cosas sencillas, conozcan plantas y animales casi extinguidos de la faz del país y participen en el coloquio El patriotismo no se predica, se practica.

Espero en poco tiempo establecer la Fundación Samudio para la promoción del patriotismo y la educación. Como sucedió en 1903, el rumbo actual de nuestro “patriotismo” hay que cambiarlo porque no podemos seguir enseñando o practicando estas payasadas míticas patrioteras mientras el país real se destruye segundo a segundo por la ignorancia y la desidia de sus ciudadanos.

¡Farsantes, bárbaros e ignorantes!

UNA de las cosas que supuestamente más aversión causa en occidente son las teocracias orientales en las cuales la concepción religiosa dominante —en este caso el Islam— se funde con el código jurídico, haciendo imposible desvincular las cuestiones de fe de las cuestiones de estado; esto motiva que las personas, desde su nacimiento, tengan que abrasarse obligatoriamente a la religión del estado y de la sociedad. En las sociedades teocráticas no existe derecho a escoger una fe o creencia distinta a la del estado. En las teocracias, si el estado es terrorista, como decimos en occidente, los ciudadanos serán también terroristas; si la iglesia es machista y misógina, los creyentes también son obligados, por el derecho y la costumbre, a ser machistas y misóginos; en una sociedad teocrática no hay derecho de pensar, disentir o de hacer vida intelectual laica o científica.

Por eso en occidente se considera que uno de los mayores logros de la revolución francesa y del liberalismo fue poner fin a las teocracias occidentales que mantenían a los pueblos inmersos en el fanatismo y sometidos constantemente al terror del estado teocrático. La Inquisición llevó a la hoguera a miles de hombres y mujeres inocentes por el supuesto delito de herejía (calificativo que recibían las personas que se atrevían a disentir de los dogmas de la iglesia católica o que osaban pensar sus pensamientos).Cuando la iglesia católica adoptaba un dogma, por muy truculento que éste fuera, había que aceptarlo como la voluntad de dios, sin excluir el hecho de que en la defensa de ese dogma todos los “cristianos” estuvieran obligados a tomar las armas, como sucedió en las cruzadas, para imponerle a sangre y fuego este dogma a otros pueblos hermanos.

La separación de la iglesia del estado en occidente fomentó las libertades ciudadanas y el progreso de las naciones, haciendo de Europa un foco civilizador para toda la humanidad. Pero así como en la historia de los pueblos ha habido épocas gloriosas de ilustración y racionalismo, también las ha habido de desilustración, retroceso y oscurantismo. Y en este punto estamos parados actualmente. Las llamadas religiones universales, utilizadas históricamente como instrumentos de lucha política entre las mal llamadas civilizaciones o como un instrumento de legitimación de los inmundos clanes políticos domésticos, buscan restaurar en las sociedades contemporáneas estas nefastas teocracias que puntualmente han servido de sostén a la dominación extranjera, las guerras, la xenofobia, el fanatismo, la barbarie y la explotación de hombre por el hombre.

En Panamá, la Constitución Política establece la libertad de culto como una garantía fundamental. Pero hay un grupito de diputados fanáticos y retrógrados que, en vez de hacer buenas leyes para beneficio del país, busca violar nuestra Carta Magna aprobando una disparatada ley para que en septiembre todos los panameños se dediquen a "conservar, divulgar y promover la buena moral cristiana", para que el 30 de este mes sea el día de las “sagradas escrituras” y también para facultar a "las entidades del Estado, los municipios, las escuelas públicas y privadas" para que promuevan, con el dinero de los contribuyentes, el "mes de las sagradas escrituras".

Estos diputados panameños, además de ser hipócritas, dan risa y lástima a la vez. Tienen un Código de Ética y Honor Parlamentario que no establece sanciones para sus fechorías. Son autores o cómplices de los más grandes escándalos de corrupción de la historia del país del canal. Son autores por encargo de leyes hechas para matar a los animales de vida silvestre, para defraudar al fisco, vender al país o para actualizar esas entelequias muertas que son los símbolos patrios. La moral de las personas depende de sus actuaciones, no de sus creencias políticas, religiosas o filosóficas. Pero esto no lo entienden estos mal llamados padres de la patria. Ellos, en su infinita ignorancia o bellaquería, piensan que la moral de los pueblos se fabrica escribiéndola sobre un papel o convirtiendo esta absurda pretensión en una ley de la república y de forzoso acatamiento.

¿Por qué estos “diputados” no aprueban un mes obligatorio de la Biblia para ellos mismos, que son las personas que más necesitan en este país de iluminación divina y de una fuerte vacuna moral que neutralice sus inútiles, bochornosas y bárbaras actuaciones? ¿Para qué les ha servido a estos “diputados” aprobar este tipo de leyes “morales” o iniciar sus sesiones invocando al Altísimo? ¿Han dejado de ser dóciles o corruptos? ¿Han dejado de maltratar a sus mujeres? ¿Han demostrado tener algún tipo de autoridad —legal, moral intelectual— para convertirse en hacedores y rectores de la moral de nuestra sociedad? ¡Farsantes, bárbaros e ignorantes!, eso son, salvo honrosas excepciones, estos fanáticos y retrógrados diputados panameños, satíricamente llamados padres de la patria.